Archivo diario: 25 febrero, 2018

Vaya semanita

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La estadística es la ciencia del ahorro porque consiste en tomar una mínima muestra de la población y, con sus respuestas, proyectar matemáticamente el comportamiento global de la totalidad. Ya sé que estamos acostumbrados a los traspiés de las empresas que elaboran estudios estadísticos sobre la proyección del voto y denigramos esa disciplina, la estadística no tiene la culpa de que los encuestados mientan como bellacos. Pero deberías saber que para los científicos y los informáticos es tan necesaria como la aguja para la costura, sólo trabajan con muestras.

Si yo fuera estadístico y hubiera de estudiar la situación patria tomaría como muestra representativa algunos de los sucedidos en los últimos siete días.

El sábado la cantante Marta Sánchez se tiñó el pelo de gualda, se embutió en un vestido rojo, subió al escenario del teatro de la Zarzuela y, desde allí, pateó la entrepierna del himno nacional con unos ripios sensibleros que no firmaría ni un adolescente con las hormonas patrióticas en ebullición. Al parecer la muchacha tuvo una visión en Miami antes de perpetrar el magnicidio musical. Lo curioso es que a Rajoy y a Rivera les puso la testosterona por las nubes. Lástima que no le reventaran los higadillos como a mí, cuando me he enterado de que por el posado de sus carnes blancas en Interviú la ínclita cobró quince millones bien dispuestos en bolsas de plástico para que no los olieran los perros del fisco. Además vive en Florida, como el otro gran patriota, Julio Iglesias, que tampoco paga un duro a su queridíiiiiiiiisima Patria aunque juró bandera con sus hijos en el Juan Sebastián Elcano, en una ocasión en que el velero atracó por aquellas latitudes. Patriotas de boca, pulserita y bandera. Cuando paguen impuestos en España para hacer hospitales y pagar pensiones como hacemos los demás españoles podrán besar nuestra bandera y cantar nuestro himno, hasta tanto que no nos toquen nuestros símbolos.

Domingo, 18. Nos enteramos de que Pep Guardiola, entrenador de un equipo inglés, tiene un avión privado. Ignoramos si en el fuselaje, en el morro, o en la cola ha hecho pintar un lazo amarillo como el que luce en la solapa de sus chaquetas de buen corte y mejor paño. Como es un supremacista y está dolido porque el 155 dejó a su hermana sin cargo y sin sueldo de embajadora catalana en Copenague, cada vez que ve un micrófono se le hace la boca agua y nos inunda con una torrentera de adjetivos que califican como pacíficos a los golpistas. Las noticias nunca viajan solas, resulta que nos enteramos también de que el Ministro Zoido, que es un mal remedo de Filemón, mandó a sus esbirros por si en el tren de aterrizaje de la aeronave hubiera escondido a Puigdemont para franquearle la frontera española. Y es que la estulticia profesa al señor Ministro una adhesión inquebrantable.

Fue el martes cuando el Tribunal Supremo ofició el funeral del derecho a la libertad de expresión al confirmar la sentencia de tres años y medio de prisión que dictó la Audiencia Nacional contra un tal Valtonyc, de profesión rapero. Un torpe juntaletras cuya materia prima es el insulto, la provocación y el odio gratuito. Los jueces alegan que la culpa es del legislador que ha metido con calzador en el código penal tipos que en cualquier país democrático se sustancian por la vía civil o, como mucho, se tipifican como faltas. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Espero que los tribunales europeos la resuciten in extremis. En el entretanto, requiescat in pace.

Ese mismo día, Álvaro Pérez, El Bigotes, fue el invitado estrella del Congreso de los Diputados y nos contó el tango del PP. Traía el pelo engominado y  la camisa blanca con el cuello al descubierto como mandan los cánones. Usó un  lenguaje arrabalero y, a falta de bandoneones y violines, sacó el instrumento de su lengua que traía bien afilada de tanto lamer los barrotes de la cárcel de Valdemoro que, a estos efectos, son como piedras de amolar. El tango iba del cáncer de corrupción del PP que ha degenerado en metástasis y el partido está podrido. Está por ver si, con tal de salvarse, no acaban de llevarse al pudridero a las instituciones. A fe mía que lo intentan. Por lo demás, supimos que el contador de tangos había aprobado el curso de pochar y ahora se dedicaba al rebozo.

El miércoles los esclavistas de la CEOE proponían -¿en serio?- destopar la edad de 30 años a los contratos de formación. Es decir que, con 45, 50 o 60 años te puedan contratar como becario y echarte a la puta calle sin indemnización alguna. Nuestro código penal, por desgracia, contempla como delito la ofensa a los sentimientos religiosos, sin embargo, no tipifica como tal la ofensa a la dignidad humana.

Volvió a helar el jueves, fue un día jodido. Forges se nos fue horas antes de que al cómico Joaquín Reyes le denunciara un paisano de Torrejón creyendo que era Puigdemont en carne mortal. Hasta el parque de Europa se encaminaron seis policías nacionales seis, dispuestos a esposar al prófugo más famoso. Una vez deshecho el entuerto el vecino alegó que “no estaba la cosa para bromitas”. Nos perdimos la viñeta que, estoy seguro, hubiera compuesto el admirado humorista gráfico con esa estampa Berlanguiana. A las mismas horas expiraba también Casto Herrezuelo que regentaba, con su cuñada Loli, El Palentino. Todos los jueves tomamos café en ese bar mítico donde Alex de la Iglesia rodó su penúltima película. A eso de las cuatro y cuarto aparecía Casto con su pelo blanco y ondulado peinado hacia atrás, cara alargada y cobriza cincelada durante 79 años, cuerpo enjuto doblado como un junco y un saludo en la boca que acompañaba con un breve ademán de la mano. Café a un euro, cubata a tres. El fatídico jueves los pies nos llevaron a otra parte. Fue hacia las siete, al comienzo de una sesión de cine-forum presentada por Torres Dulce, cuando un amigo nos chateó la noticia. Se fueron dos españoles buenos que trabajaron siempre para los demás al filo de la calle, ni un centímetro más arriba. Uno dibujaba ideas que reflejaban fielmente la realidad del común; el otro tiraba cañas y servía pepitos de ternera a blancos y negros, mendigos y ricos, hipsters y rastafaris, locos y cuerdos.

A las 18:23 horas del viernes, 23, el hemiciclo del Congreso estaba mudo y casi vacío, si exceptuamos a las cuatro personas que lo deambulábamos. Hacía 37 años que el aire, a esa hora, había temblado con la balacera de los subfusiles disparados por los tricornios al mando de un tal Tejero. Hoy algunos de los que allí se sientan todavía creen que el golpe lo paró el pueblo. El pueblo se quedó en casa, acojonado, con las luces apagadas; los más valientes prepararon las maletas para salir huyendo. El golpe lo pararon, seguramente, los mismos que lo urdieron porque el tontoútil de Tejero no tenía el mismo guión y se plantó.

Ya te digo que con la muestra estadística de estos sucedidos no se puede proyectar ni quién ni cuándo gobernará Cataluña, ni cuántos titiriteros, cómicos, raperos, twiteros y demás parlantes terminarán en la trena. Y, aunque obtengamos el dato de la media, la moda, la mediana y la varianza tampoco descubriremos quién es el tal M. Rajoy que aparece en la contabilidad amanuense de Bárcenas.

J. Carlos